Empezando a leer el libro de la asignatura Ética y deontología periodística, `Los límites del espectáculo televisivo´ del autor Juan Carlos Villegas, profesor que imparte dicha asignatura, me llama mucho la atención, aunque no es sorprendente, la enorme influencia y la huella que deja el medio televisivo en las familias españolas, haciendo especial hincapié en los más pequeños. Tal y como cita el libro: "Según el Anuario TNS 2005, los españoles dedican a la pequeña pantalla tres horas y 37 minutos cada día", ¿no es demasiado?. Y concretando aún más, entre todos, "los andaluces se sitúan a la cabeza(4 horas y 37 minutos)". ¿Hay otra vida que no sea mirar y, a veces, estar atento a lo que diga la televisión?
De hecho, en lo que se refiere a niños y adolescentes, el impacto que reciben de este medio y el número de horas que le dedican, es superior al que invierten en la escuela durante un curso académico. La influencia de este medio llega a tal extremo, que algunos autores incluso se atreven a afirmar que la única actividad usual que la supera es dormir.
Y es que, cabría decir que los padres juegan un papel importante en la formación de sus hijos, para de algún modo, evitar las manipulaciones que se originan por los medios de comunicación, y por tanto, permitir pasar de una actitud pasiva a una activa y crítica.
Asimismo, ya los formatos que ofrecen los programas televisivos son tan livianos, que en vez de ofrecernos mensajes, nos dan "masajes", y aquí cabría citar las tres funciones de los medios: formar, informar y entretener, siendo la última, la preferente en los últimos años. Aunque esta idea habría que profundizarla más, la cual dedicaré otro espacio.
¿Quién, hoy en día, no tiene televisión en su casa? Este medio hace, y con tanta facilidad, que nuestros problemas desaparezcan con el entretenimiento: los juegos, los concursos, los debates del corazón... Cito una frase de la escritora estadounidense Bernice Buresh: "La televisión puede darnos muchas cosas, salvo tiempo para pensar".
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